- Qué anda haciendo en esa banca?
- Disculpe, no acostumbro conversar con extraños
- Si me hablara, dejaría de serlo. Extraña paradoja de la vida. Déjeme ubicarme por aquí. Intuyo que tiene problemas
- Cómo lo sabe?
- Lo se. Es la única información necesaria de momento.
- No suele dar muchos detalles no?
- A veces, están tan a la vista que uno no los ve. Ya que estábamos con el asunto de la paradoja, vio?
- Si, puede ser que los tenga...
- Ya los conozco. Los leí de donde vengo. Es lo único para hacer por esos lados.
- Conozco el lugar de donde usted viene?
- A veces... depende el momento. Quiere que le diga algo? si fuese más seguido por allá, no estaría tanto tiempo en esta banca.
- Porqué lo dice?
- Intuición. Digamosle. Bueno, debería irme. No creo tener mucho más para decirle.
- Volveré a verlo por acá?
- No lo se don. Hasta hace un rato yo no existía y dudo que siga existiendo en un par de minutos. Y de hecho, su banca es individual...
Mundos que aparecen y desaparecen en una habitación en algún momento entre que un día termina y el siguiente comienza. Estamos hechos a imagen y semejanza. Somos algo. Somos alguien. Somos. Algo dice lo que está bien y lo que no. Lo que está en forma correcta y lo que está volteado. Y en casa, está todo al revés...
jueves, 13 de marzo de 2014
jueves, 13 de febrero de 2014
Pocho

Nunca me voy a olvidar la primera vez que lo vi al viejo. De entre todos, fue el único que me miró a los ojos. Y fue raro: de repente, ambos dejamos de sentirnos solos. Así porque sí.
Me acuerdo que pasábamos horas y horas en la puerta de casa. Me tenía mucha paciencia el viejo. Yo hacía el intento de quedarme tranquilo y sentado, pero no soy de esa clase. A mi me gustaba correr, conocer, hablar con otros. Y ahí iba el viejo, sin ningún apuro, y me traía desde la esquina.
Lo quise al viejo. De verdad. Por eso me costó tanto darme cuenta cuando se fue. De repente, volvía a estar solo.
Cada tanto aparecía la señora y me dejaba, según ella, "ser libre". Me abría la puerta para salir. Pero no para entrar. Y así pasaba 3 o 4 días recorriendo el barrio y viendo si a alguien se le caía algo de comer. Por suerte, los de este barrio son macanudos y pude hacer muchos amigos que me contaban secretos y me daban señales de por donde moverme.
Algo adentro me decía "no confíes en la señora" cada vez que me llamaba para entrar, pero por algo no lo seguía. Y allá iba a casa. Y no salía hasta que la señora volviera a entrar.
Y en el barrio me quieren che... si, me quieren. Hay dos o tres puertas donde se que voy a encontrar comida y afecto. Pero no podía mudarme. El recuerdo del viejo seguía tirandome, viste?.
Hasta que un día me lo crucé. Te lo juro por Dios que me lo crucé. Ahí en la esquina de casa. Me acuerdo que llovía mucho, y la señora me había dejado afuera. El viejo me miró, me acarició la cabeza y solamente me dijo "ya está Pochito, arrancá de nuevo". Nos miramos y nos reímos juntos. Y se fue.
Empecé a recorrer las casas donde me regalaban comida y caricias. Y una en particular. Y supe dónde debía quedarme cuando una doña me dijo "mirá lo que tengo para vos". Era una cucha. Era una casa. Para mí.
Me quedé ahí hasta que me animé a entrar en su casa. Ya tenían dos como yo, pero de a poquito me fueron adoptando. Empecé de a poquito. Iba un ratito, me iba, volvía.
Y un día, no me fui más.
Hoy tengo mi cama junto a los hijos y a las chicas. Y yo los cuido he! cómo los cuido!.
Nunca voy a olvidar al viejo. El está siempre conmigo. Pero hoy, tengo una familia. Y me hacen mucho más que compañia.
(Nota: Pocho existe. Y es parte de nuestra familia)
domingo, 19 de enero de 2014
Como nuevo
Se sentó a la mesa al mediodía. Había una franela y dos o tres apósitos. Y el mate. Siempre el mate junto con el. Como si necesitara un pequeño recreo cada 5 minutos.
Sabía que necesitaba limpiarlo y, seguramente, curarlo. No estaba tan seguro de esto último. Pero lo suponía.
El pasado se lo había dejado bastante lastimado, y sabía que no iría muy lejos en el tiempo si lo dejaba así. Si una rueda pincha, lo lógico es emparchar primero y luego seguir camino. Y esto, era como tener las 2 ruedas pinchadas.
Primero lo vio. Lo tomó en sus manos y lo vio. Ya lo había visto así. O, en realidad, ahora estaba peor. Estaban las mismas manchas de siempre, pero ahora, más negras. Y algunas rajaduras que primero creyó sin importancia. Ahora, eran las peores llagas.
Eligió empezar por lo lógico. Lo limpió. Le paso la franela hasta quedar como nuevo. Y este era el secreto. No sólo debía quedar bien, debía parecer como si nunca se hubiese ensuciado.
Acto seguido, observó las rajaduras. Alguna que otra estaba demasiado abierta. Dolió. Y cómo!. Sobre todo cuando usó el alcohol. Al principio creyó que con eso se pasaba, pero al rato le dolía incluso más que antes. Puso los apósitos y sabía que, de ahí en más, debía dejar que el tiempo hiciera su trabajo curador.
Lo volvió a mirar. Lo tomó en sus manos. Y al ver que su trabajo estaba terminado, volvió a ponérselo en el pecho. Inclinado hacia la izquierda, como debía estar.
Rogó que haya sido la última vez. Pero su conciencia, su corazón y él sabían que no sería así...
Sabía que necesitaba limpiarlo y, seguramente, curarlo. No estaba tan seguro de esto último. Pero lo suponía.
El pasado se lo había dejado bastante lastimado, y sabía que no iría muy lejos en el tiempo si lo dejaba así. Si una rueda pincha, lo lógico es emparchar primero y luego seguir camino. Y esto, era como tener las 2 ruedas pinchadas.
Primero lo vio. Lo tomó en sus manos y lo vio. Ya lo había visto así. O, en realidad, ahora estaba peor. Estaban las mismas manchas de siempre, pero ahora, más negras. Y algunas rajaduras que primero creyó sin importancia. Ahora, eran las peores llagas.
Eligió empezar por lo lógico. Lo limpió. Le paso la franela hasta quedar como nuevo. Y este era el secreto. No sólo debía quedar bien, debía parecer como si nunca se hubiese ensuciado.
Acto seguido, observó las rajaduras. Alguna que otra estaba demasiado abierta. Dolió. Y cómo!. Sobre todo cuando usó el alcohol. Al principio creyó que con eso se pasaba, pero al rato le dolía incluso más que antes. Puso los apósitos y sabía que, de ahí en más, debía dejar que el tiempo hiciera su trabajo curador.
Lo volvió a mirar. Lo tomó en sus manos. Y al ver que su trabajo estaba terminado, volvió a ponérselo en el pecho. Inclinado hacia la izquierda, como debía estar.
Rogó que haya sido la última vez. Pero su conciencia, su corazón y él sabían que no sería así...
martes, 10 de diciembre de 2013
Era Martes
Era martes.
No estaba muy seguro de la fecha. Pero era martes.
Y había nevado. O no, pero si hacía mucho frío.
Los recuerdos se vuelven vagos con el tiempo. Amarillentos. Como las fotografías.
Pero era martes.
Me acuerdo que estaba oscuro. Todavía no había amanecido.Aunque es posible que sí y lo que impedía la luz fuese la marejada de nubes que adelantaban un temporal importante.
Salió de casa tratando de recordar la fecha, y de recordar porqué debía recordar la fecha. No festejaba aniversarios desde se que se divorció (de hecho, había dejado de hacerlo desde mucho antes) y un divorcio no es algo que se festeje por mas alivio que represente. No tenía turno con el psicólogo porque había dejado de creer en el psicoanálisis el día que descubrió que su mejor amigo le decía exactamente lo mismo pero sin cobrarle. No era dia de pago ni de cobro, ni había pactado una cita.
Y era martes.
Caminó algunas cuadras. Dos... o tres... o cuatro... no lo recuerdo. Seguía sin recordar la fecha ni porqué debía recordarla.
Solía caminar por las calles intermedias para que el silencio le permita estar a solas con sus pensamientos, pero esa mañana (o tarde tal vez... no,no... era de mañana) Tomó una principal. Y seguía a la multitud. Y veía a la otra multitud a contramano. Eran muchas caras y muchas voces. Gente hablando y caminando. Autómatas. De las que preferirían proferirte un insulto antes que perder una sola palabra proveniente del celular.
Si, era martes.
Siguió caminando y se metió en un bar. No era costumbre hacerlo, pero ese día parecía estar hecho para romper reglas. Aunque la única que no pudo romper fue la de leer el diario como cada mañana. En algún punto, depreciaba el diario del martes. "Lo martes no pasa nada" decía. Pero algo lo obligaba a leerlo.
Terminó de leer el horóscopo y lo dejó sobre la mesa, junto a la taza de café (no recuerdo si con leche o no). Las mesas de ese bar tienen la particularidad de estar adornadas por palabras de cuanto cliente ha pasado por allí. El no aprobaba esa práctica, pero no tenía más para hacer, así que se puso a leer lo que los escritores de paso habían dejado allí. Y de entre toda ese rejunte de nombres de enamorados, frases anti y pro sistema, nomenclaturas raras y demas yerbas, se quedó con un fragmento que encontró perdido cerca del borde.
"No estás solo" leyó. Y leyó. Y volvió a leerlo.
Se le dibujó una pequeña sonrisa. Alguien, en algún lugar, le había dicho lo que necesitaba escuchar. Para sus adentros, le agradeció, sea quien sea.
El tiempo había pasado y debía seguir camino. El gentío era el mismo de antes. El no.
Siguió su rumbo sin recordar la fecha ni porqué debía recordarla. Pero era martes.
No estaba muy seguro de la fecha. Pero era martes.
Y había nevado. O no, pero si hacía mucho frío.
Los recuerdos se vuelven vagos con el tiempo. Amarillentos. Como las fotografías.
Pero era martes.
Me acuerdo que estaba oscuro. Todavía no había amanecido.Aunque es posible que sí y lo que impedía la luz fuese la marejada de nubes que adelantaban un temporal importante.
Salió de casa tratando de recordar la fecha, y de recordar porqué debía recordar la fecha. No festejaba aniversarios desde se que se divorció (de hecho, había dejado de hacerlo desde mucho antes) y un divorcio no es algo que se festeje por mas alivio que represente. No tenía turno con el psicólogo porque había dejado de creer en el psicoanálisis el día que descubrió que su mejor amigo le decía exactamente lo mismo pero sin cobrarle. No era dia de pago ni de cobro, ni había pactado una cita.
Y era martes.
Caminó algunas cuadras. Dos... o tres... o cuatro... no lo recuerdo. Seguía sin recordar la fecha ni porqué debía recordarla.
Solía caminar por las calles intermedias para que el silencio le permita estar a solas con sus pensamientos, pero esa mañana (o tarde tal vez... no,no... era de mañana) Tomó una principal. Y seguía a la multitud. Y veía a la otra multitud a contramano. Eran muchas caras y muchas voces. Gente hablando y caminando. Autómatas. De las que preferirían proferirte un insulto antes que perder una sola palabra proveniente del celular.
Si, era martes.
Siguió caminando y se metió en un bar. No era costumbre hacerlo, pero ese día parecía estar hecho para romper reglas. Aunque la única que no pudo romper fue la de leer el diario como cada mañana. En algún punto, depreciaba el diario del martes. "Lo martes no pasa nada" decía. Pero algo lo obligaba a leerlo.
Terminó de leer el horóscopo y lo dejó sobre la mesa, junto a la taza de café (no recuerdo si con leche o no). Las mesas de ese bar tienen la particularidad de estar adornadas por palabras de cuanto cliente ha pasado por allí. El no aprobaba esa práctica, pero no tenía más para hacer, así que se puso a leer lo que los escritores de paso habían dejado allí. Y de entre toda ese rejunte de nombres de enamorados, frases anti y pro sistema, nomenclaturas raras y demas yerbas, se quedó con un fragmento que encontró perdido cerca del borde.
"No estás solo" leyó. Y leyó. Y volvió a leerlo.
Se le dibujó una pequeña sonrisa. Alguien, en algún lugar, le había dicho lo que necesitaba escuchar. Para sus adentros, le agradeció, sea quien sea.
El tiempo había pasado y debía seguir camino. El gentío era el mismo de antes. El no.
Siguió su rumbo sin recordar la fecha ni porqué debía recordarla. Pero era martes.
viernes, 29 de noviembre de 2013
Poncio
El proceso ya había terminado.Todas las decisiones ya habían sido tomadas.Y aunque él creía haber sido el que las había tomado, en el fondo sabía que en ese lavado de manos había más que simplemente desligarse de la sangre que sería derramada al rato.
Estaba en la encrucijada de su vida. Prócula, guiada por un sueño, le había suplicado que no se entrometiera en ese asunto. El Pueblo,(más bien, el Sanedrín), ya había escogido a Barrabás. Ni siquiera la flagelación al Otro Reo fue suficiente. "Crucifícalo" Escuchaba. "Crucifícalo". Y él se veía temblando delante de Tiberio, viendo caerse a pedazos su emergente carrera militar, presa del caldero que era (y que siempre fue) la Provincia Romana de Judea.
Sus intentos por dejar satisfechos tanto a Romanos como a Judíos fueron en vano. Dejó que lo crucificaran. Y con esa muerte, su conciencia también lo haría perecer.
Pasó el, tal vez, más agitado día desde que Roma puso un pie en esas tierras. Llegó la noche y con ella, un intento en vano de descanso. Se recostó en sus aposentos, tratando de dormirse por una, dos, tres horas. Era imposible. Su conciencia seguía recriminándole el haber ejecutado a alguien a quien sabía inocente. Todos lo sabían inocente. El, lo sabía inocente.
Lloró desconsoladamente. El, un militar al mando de una de las tierras de Roma (El Imperio más grande de la Historia), alguien a quien no conmovían ni las más crueles sentencias. El, estaba llorando.
Se sentó en su cama, buscando en el suelo algo de consuelo para su alma. En ese momento, sintió un mano que se posaba sobre su hombro. Levanto la mirada, y reconoció al Joven a quien, en esa terrible tarde, había entregado a cambio de su propio bienestar. Los ojos del Joven buscaban los suyos.
-"Yo te perdono, Poncio" escuchó. Él lo miró, le besó las manos y, sonriendo, se recostó.
Nunca en toda su vida, volvió a dormir con tanta paz como aquella noche.
Estaba en la encrucijada de su vida. Prócula, guiada por un sueño, le había suplicado que no se entrometiera en ese asunto. El Pueblo,(más bien, el Sanedrín), ya había escogido a Barrabás. Ni siquiera la flagelación al Otro Reo fue suficiente. "Crucifícalo" Escuchaba. "Crucifícalo". Y él se veía temblando delante de Tiberio, viendo caerse a pedazos su emergente carrera militar, presa del caldero que era (y que siempre fue) la Provincia Romana de Judea.
Sus intentos por dejar satisfechos tanto a Romanos como a Judíos fueron en vano. Dejó que lo crucificaran. Y con esa muerte, su conciencia también lo haría perecer.
Pasó el, tal vez, más agitado día desde que Roma puso un pie en esas tierras. Llegó la noche y con ella, un intento en vano de descanso. Se recostó en sus aposentos, tratando de dormirse por una, dos, tres horas. Era imposible. Su conciencia seguía recriminándole el haber ejecutado a alguien a quien sabía inocente. Todos lo sabían inocente. El, lo sabía inocente.
Lloró desconsoladamente. El, un militar al mando de una de las tierras de Roma (El Imperio más grande de la Historia), alguien a quien no conmovían ni las más crueles sentencias. El, estaba llorando.
Se sentó en su cama, buscando en el suelo algo de consuelo para su alma. En ese momento, sintió un mano que se posaba sobre su hombro. Levanto la mirada, y reconoció al Joven a quien, en esa terrible tarde, había entregado a cambio de su propio bienestar. Los ojos del Joven buscaban los suyos.
-"Yo te perdono, Poncio" escuchó. Él lo miró, le besó las manos y, sonriendo, se recostó.
Nunca en toda su vida, volvió a dormir con tanta paz como aquella noche.
lunes, 14 de octubre de 2013
Ironía
- Qué le pasa don?
- Nada... no es nada...
- Si no fuese nada, su cara diría que no es nada
- Es que... sabe? aún entre tanta gente... y aún hablando con usted... me siento solo
- Suele pasar. Uno no está acompañado solamente por estar rodeado de gente. Es como creer que un jardin sólo son algunas flores.
- Pero no tiene lógica
- Y quién dijo que debería tenerla? Usted siente eso. La razón no tiene nada que hacer aquí
- La razón debería estar entrometida en todos los aspectos. La gente entendería mejor las cosas y hasta sería más feliz...
- Usted entiende lo que le pasa?
- Em... no..
- Es feliz?
- Em... tampoco
- Lo dicho...
- Nada... no es nada...
- Si no fuese nada, su cara diría que no es nada
- Es que... sabe? aún entre tanta gente... y aún hablando con usted... me siento solo
- Suele pasar. Uno no está acompañado solamente por estar rodeado de gente. Es como creer que un jardin sólo son algunas flores.
- Pero no tiene lógica
- Y quién dijo que debería tenerla? Usted siente eso. La razón no tiene nada que hacer aquí
- La razón debería estar entrometida en todos los aspectos. La gente entendería mejor las cosas y hasta sería más feliz...
- Usted entiende lo que le pasa?
- Em... no..
- Es feliz?
- Em... tampoco
- Lo dicho...
sábado, 14 de septiembre de 2013
De este lado
- Ésta debe ser la mejor manzana que probé en mi vida
- A ver, déjeme probar
- Cómo no?
- Aaaaaggggg.... Es horripilante
- Si?. a ver?.... mmm... yo la sigo encontrando exquisita...
- Pruebe de este lado...
- ... Tiene razón, ahora está horrible
- Vio? y estoy seguro que del lado que probo al comienzo, debe estar riquísima
- Curioso como dos sensaciones tan opuestas pueden coexistir en el mismo objeto
- Y sin embargo, sigue siendo apenas una manzana. Sólo bastó probar desde distintos lados para encontrar resultados distintos.
- Lo hace a uno pensar no?
- A mi más bien me dio hambre. Voy a la verduleria...
- A ver, déjeme probar
- Cómo no?
- Aaaaaggggg.... Es horripilante
- Si?. a ver?.... mmm... yo la sigo encontrando exquisita...
- Pruebe de este lado...
- ... Tiene razón, ahora está horrible
- Vio? y estoy seguro que del lado que probo al comienzo, debe estar riquísima
- Curioso como dos sensaciones tan opuestas pueden coexistir en el mismo objeto
- Y sin embargo, sigue siendo apenas una manzana. Sólo bastó probar desde distintos lados para encontrar resultados distintos.
- Lo hace a uno pensar no?
- A mi más bien me dio hambre. Voy a la verduleria...
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