jueves, 13 de febrero de 2014

Pocho

No tengo idea de cómo llegué acá. Pero acá estoy. Todos me están mirando, creo que soy como la "novedad". Escucho a mucha gente hablar sin entenderlos hasta que una señora dice algo de "... por lo menos, le va a hacer compañia". No supe bien a qué se referían, hasta que lo vi a él.
Nunca me voy a olvidar la primera vez que lo vi al viejo. De entre todos, fue el único que me miró a los ojos. Y fue raro: de repente, ambos dejamos de sentirnos solos. Así porque sí.
Me acuerdo que pasábamos horas y horas en la puerta de casa. Me tenía mucha paciencia el viejo. Yo hacía el intento de quedarme tranquilo y sentado, pero no soy de esa clase. A mi me gustaba correr, conocer, hablar con otros. Y ahí iba el viejo, sin ningún apuro, y me traía desde la esquina.
Lo quise al viejo. De verdad. Por eso me costó tanto darme cuenta cuando se fue. De repente, volvía a estar solo.
Cada tanto aparecía la señora y me dejaba, según ella, "ser libre". Me abría la puerta para salir. Pero no para entrar. Y así pasaba 3 o 4 días recorriendo el barrio y viendo si a alguien se le caía algo de comer. Por suerte, los de este barrio son macanudos y pude hacer muchos amigos que me contaban secretos y me daban señales de por donde moverme.
Algo adentro me decía "no confíes en la señora" cada vez que me llamaba para entrar, pero por algo no lo seguía. Y allá iba a casa. Y no salía hasta que la señora volviera a entrar.
Y en el barrio me quieren che... si, me quieren. Hay dos o tres puertas donde se que voy a encontrar comida y afecto. Pero no podía mudarme. El recuerdo del viejo seguía tirandome, viste?.
Hasta que un día me lo crucé. Te lo juro por Dios que me lo crucé. Ahí en la esquina de casa. Me acuerdo que llovía mucho, y la señora me había dejado afuera. El viejo me miró, me acarició la cabeza y solamente me dijo "ya está Pochito, arrancá de nuevo". Nos miramos y nos reímos juntos. Y se fue.
Empecé a recorrer las casas donde me regalaban comida y caricias. Y una en particular. Y supe dónde debía quedarme cuando una doña me dijo "mirá lo que tengo para vos". Era una cucha. Era una casa. Para mí.
Me quedé ahí hasta que me animé a entrar en su casa. Ya tenían dos como yo, pero de a poquito me fueron adoptando. Empecé de a poquito. Iba un ratito, me iba, volvía.
Y un día, no me fui más.
Hoy tengo mi cama junto a los hijos y a las chicas. Y yo los cuido he! cómo los cuido!.
Nunca voy a olvidar al viejo. El está siempre conmigo. Pero hoy, tengo una familia. Y me hacen mucho más que compañia.

(Nota: Pocho existe. Y es parte de nuestra familia)

No hay comentarios:

Publicar un comentario