jueves, 3 de julio de 2014

Yerbes

Yerbes estaba peleado con la Muerte. Literalmente, peleado con la Muerte. Nadie supo nunca porqué. Algunos narran historias sobre una partida de Brujas en la que una discusión comenzó un período de años y años evitándose. 243 años, exactamente.
Unas personas aseguran que Yerbes llevaba partidas enteras haciendo trampa. Tal era su habilidad, decían, que ni la Muerte podía adivinarlo. Otros aseguran que la Parca no podría haber sido tan ingenua y que todo no era más que un intento de escarmiento o, peor aún, de diversión.
Pero el asunto es que estaban peleados. Cualquier otro diría que es una bendición lograr hacer que la Parca lo evite a uno. Yerbes no lo veía así. El veía como los años pasaban y pasaban. Se hacían décadas. Se hacían siglos. Y lo único que hacía era envejecer. Tenía, como quien dice, todo el tiempo del mundo. Pero no la fuerza para hacer nada. Simplemente, permanecía ahí, acostado.
Un día, la Muerte (caprichosa y madura a la vez) se apareció por su casa.
-Tanto tiempo- Le dijo
-Mucho. Creí que se había olvidado
-Para nada. Es lo bueno de mi trabajo. Nada me permite olvidar.
-Supongo que viene a que le pida disculpas
-No lo tenía en mente. Pero no es mal momento. Es bueno no dejar cuentas pendientes en este mundo,no?
-O sea, que vino a..
-Si mi buen amigo. Vengo a llevarlo. Se que debería haberlo hecho hace rato, pero bueno... usted entenderá
-Claro que si, amigo. Claro que si.

Nunca nadie supo tampoco qué paso con Yerbes. Las historias que se tejieron alrededor hablan de una estrella fugaz que salió de su casa hasta el cielo, haciendo que la noche se convirtiera en día por dos segundos. Otras, dicen que la parca lo tomó de la mano y, caminando hacia la nada, desaparecieron.
Desde algún punto de no se sabe dónde, Yerbes y la Parca juegan una partida de Brujas mientras escuchan las historias. Y se ríen de ellas, claro está.

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