lunes, 17 de noviembre de 2014

Verdadero y falso

Cerca de la costa Este de la Atlántida, existieron lo que algunas personas creen que son los precursores de los actuales escritores. Se trataba de ancianos contadores de historias que, según cuentan, el mismo Dios les había confesado, previo juramento de no comentarlas nunca a los hombres. Y que, al hacerlas públicas, estos ancianos fueron los causantes de la desaparición de su tierra; permitiendo la supervivencia de algunas mediante el legendario método del mensaje en una botella.
Una de esas historias, muy posiblemente la única que haya sobrevivido, fue la que me encontré cerca de una playa el verano pasado. El papel donde estaba escrita tenia apariencia de haber pasado allí dentro muchísimo tiempo, por lo que deduje que era verdadero.
El texto que tenía, era el siguiente:
"Agneas cuenta a sus hermanos lo que el Todopoderoso le transfirió.
Mucho antes del tiempo de la humanidad como tal, hubo una gran rebelión en el Edén; por la que Luzbel fue condenado a pasar la eternidad bajo la tierra recién creada. Sin embargo, al caer desde del Cielo, tuvo la lucidez y el tiempo necesario para planear su venganza. Se cortó la yema de su dedo índice izquierdo, y pasándolo por el barro, dijo `parte de mi siempre estará aquí. Siempre que crees algo, yo crearé algo idéntico en forma pero de naturaleza opuesta`.
Más tarde, Dios creó todos los arboles sobre esa tierra. Lucifer creó algo idéntico, pero al no saber crear con amor, no crecían más allá de unos cuantos centímetros antes de morir. Luego, Dios creó a Adán con barro de la misma tierra. Y Lucifer creó algo idéntico, pero al no tener la magnificencia del Divino, se deshizo con el primer viento de la mañana.
Al día siguiente, Dios llenó el corazón de los hombres de sentimientos puros y altruistas hacia sus pares. Y aquí fue que Satanás encontró su oportunidad: cuando los hombres dormían durante la madrugada, se escurrió silenciosamente por entre los pastos, y pasando a través del lugar de la costilla que les faltaba a los hombres, se introdujo en sus corazones y sembró algo parecido a los sentimientos verdaderos colocados por Dios, pero estos eran totalmente falsos. Eran exactamente idénticos, al punto de no saber diferenciar unos de otros. Y Dios, que siempre respeta lo que los corazones de los hombres sienten, no tuvo más remedio que dejar que esos falsos sentimientos permanecieran allí; confiando, tal vez, en la buena voluntad de los hombres para que estos no florezcan.
Y es así que la vida se va debatiendo entre los sentimientos verdaderos, esos que nos hacen más hombres a los hombres; y los falsos, que hace que, aunque lo parezcamos hasta en los detalles más ínfimos a los hombres, dejemos de serlo.

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